Debido a que pasaron varios días sin que El Mercurio publicase la carta al Director en que respondo la quejosa reacción del sr. Marcelo Gidi, la pongo acá en su versión ampliada, y dejo infra los dichos que motivaron estas líneas.
Santa Sede y derechos de los niños
El Sr. Marcelo Gidi, defendiendo el actuar de la
Santa Sede frente al duro reproche efectuado por el Comité de Derechos del Niño
de NU, sugiere que las críticas observaciones de este organismo están
desactualizadas o desinformadas. Habiendo seguido el largo proceso del informe
de la Santa Sede no puedo coincidir con el Sr. Gidi. Cualquiera que haya leído
las vagas y tardías respuestas de la Santa Sede al cuestionario que le envió el
Comité, cualquiera que haya seguido el diálogo del jueves 16 de enero repleto
de evasivas respuestas vaticanas, puede acreditar que el comité reacciona con
inusual dureza frente a problemas actuales: la falta de transparencia, la falta
de adecuación del Derecho Canónico a las normas de la Convención de Derechos
del Niño y, muy especialmente, la escasa colaboración con la justicia civil, la
menguada preocupación por la reparación de las víctimas, incluida la práctica
de condicionar indemnizaciones a pactos de silencio de las víctimas y sus
familias. En algunos de esos lamentables
comportamientos, por cierto, la iglesia en Chile, incluidos los jesuitas, no ha
sido la excepción.
Por otra parte, no es cierto lo que dice el sr. Gidi
sobre la institucionalidad eclesial actual. Es justamente porque hoy no existe,
que el comité recomienda “un mecanismo de alto nivel con el mandato y la
competencia para coordinar la aplicación de los derechos del niño en todos los
Consejos Pontificios, conferencias episcopales, así como respecto de las
personas y las instituciones de carácter religioso, que funcionan bajo la
autoridad de la Santa Sede. Este mecanismo debe contar con los recursos
humanos, financieros y técnicos suficientes para cumplir su mandato.”
Un primer paso en los proceso de cambio es no faltar a la verdad. La Santa Sede demoró por más de una década la presentación de este segundo informe sin nunca dar explicaciones oficiales del retardo cuando fue oficialmente consultada. El Comité envió en julio un set de preguntas a ser respondidas hasta noviembre. A mediados de diciembre llegaron las respuestas. Por la fecha, no alcanzaron a ser traducidas a los diversos idiomas de los miembros del Comité, pero, lo más relevante, están repletas de ambigüedades y omisiones inverosímiles. Un ejemplo para refutar la nueva actitud a que alude el Sr. Gidi: El Comité le pide a la Santa Sede "el
número de niños víctimas que han recibido asistencia para la recuperación,
incluyendo el apoyo psicológico y la reinserción social y han recibido una
compensación económica." Algo absolutamente mínimo. El Vaticano no respondió esa mínima pregunta. ¿Es creíble una institución que oculta esa mínima información? ¿Dónde está el cambio de actitud?
El inédito reproche del Comité de Derechos del Niño
merece una acogida más explícita en acciones y revisiones y menos en defensas corporativas,
por elegantes que éstas sean.
Francisco Estrada V.
Abogado, ex
Director Nacional de Sename
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Jueves 06 de
febrero de 2014
Siempre
la verdad: defensa de los derechos de los niños
Señor Director:
Se han dado a conocer no solo las recomendaciones sino que también el parecer
que el Comité de la ONU sobre los Derechos del Niño hace sobre el
comportamiento que como Iglesia hemos tenido al momento de defender los
derechos de los niños y niñas en los casos de abusos sexuales.
En su informe de
16 páginas, el Comité de la ONU critica duramente al Vaticano. El Comité señala
que está muy preocupado de que la Santa Sede no haya reconocido la amplitud de
los crímenes cometidos, no haya tomado las medidas apropiadas para afrontar los
casos de pedofilia y para proteger a los niños, y haya adoptado políticas y
prácticas que han propiciado la continuación de los abusos y la impunidad de
los autores.
Critica duramente
el hecho de que, según el Comité, la Iglesia haya puesto por encima de la
defensa de los niños los intereses de la institución y la protección del
clérigo criminal, por mantener la imagen de la Iglesia y defender a los
abusadores. En su informe sobre el cumplimiento de la Convención Internacional
sobre los Derechos del Niño por parte de la Santa Sede, un instrumento
jurídicamente vinculante que compromete a los estados firmantes con la
protección y el cuidado de los más vulnerables de la sociedad, afirma que el
Vaticano no tomó "las medidas necesarias" para atender estos casos y
proteger a los menores, y que aún no hace todo lo que debería hacer.
Quisiera recordar
que ya el 9 de marzo de 2010, el Papa Benedicto XVI afirmaba, dirigiéndose a
los obispos de Irlanda, esto mismo: "No se puede negar que algunos de
vosotros y de vuestros predecesores habéis fallado, a veces gravemente, a la
hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho
canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores
en la respuesta a las acusaciones. Reconozco que era muy difícil captar la
magnitud y la complejidad del problema, obtener información fiable y tomar
decisiones adecuadas a la luz de los pareceres divergentes de los expertos. No
obstante, hay que reconocer que se cometieron graves errores de juicio y hubo
fallos en el gobierno".
Como un activo miembro de la Iglesia en estos temas, acojo gran parte de este
informe, sí lo comprendo desde el modo de actuar pasado de la Iglesia. Pero lo
que me parece muy extraño e injusto del informe del Comité es que se juzgue en
estos términos el hoy. En su primera parte, el mismo Comité reconoce el cambio
de actitudes, las nuevas prácticas de prevención y de sanción de abusos de
menores en la Iglesia, como asimismo alaba la implementación de prontas y
decididas medidas de actuación delante de una denuncia; reconoce como un gran
avance la próxima creación de una Comisión universal para la protección de
menores, entidad que ya existe a nivel de iglesias locales.
A mi modo de
entender esta situación, considero que nunca será suficiente lo que se haga por
la defensa de un niño, ni menos por un niño abusado. El informe juzga con razón
el pasado, pero es irracional e injustificadamente parcial si quiere juzgar el
actual modo de reaccionar que tiene la Iglesia Católica en temas de abuso
sexual a menores.
El documento parece no estar actualizado, o tal vez no ha considerado
suficientemente lo que en los últimos años se ha hecho en la Iglesia, con
pertinentes medidas de protección tomadas directamente por la Santa Sede y por
las Conferencias Episcopales, que muestran una serie de cambios en la defensa
de los niños y en la prevención de este tipo de delitos en los lugares y por
sacerdotes y otros miembros de la Iglesia.
Entre tantos
otros, hay una nueva actitud y una más clara normativa; hay comisiones
adecuadas, estudios y organismos eclesiales dedicados a garantizar el bienestar
del menor en la Iglesia; hay protocolos eficaces para hacer frente a estas
denuncias; no hay denuncia que no se investigue, y culpable que no se sancione.
De hecho, el Papa Benedicto XVI expulsó entre 2011 y 2012 a cerca de 400
sacerdotes por asuntos relacionados con abuso sexual a menores, el doble
respecto a los 171 sacerdotes que expulsó en los años 2008 y 2009.
Este informe nos
ayudará, sin duda alguna, a seguir trabajando por el bien y la defensa de los
niños y niñas, a restablecer la justicia, castigar a los culpables y a evitar
nuevos abusos, pero no por esto no debemos contestar los graves errores que
contiene.
P. Marcelo Gidi, sj